PIO BAROJA.
Pio Baroja y Nessi nació en San Sebastián
(1872) y murió en Madrid (1956). Fue un escritor español de la Generación del
98. Durante un tiempo ejerció la medicina y perteneció a una familia
relacionada con el periodismo y los negocios de la imprenta.
Entre sus obras destacan “El árbol de la
ciencia”, “La dama errante” o “Zalacaín el aventurero”.
Fragmento de “El árbol de la ciencia”:
La Venancia era una de esas viejas secas, limpias y
trabajadoras; se pasaba el día sin descansar un momento.
Tenía una vida curiosa. De joven había estado de
doncella en varias casas, hasta que murió su última señora y dejó de servir.
La idea del mundo de la Venancia era un poco
caprichosa. Para ella, el rico, sobre todo el aristócrata, pertenecía a una
clase superior a la humana.
Un aristócrata tenía derecho a todo: al vicio, a la
inmoralidad, al egoísmo; estaba como por encima de la moral corriente. Una
pobre como ella, voluble, egoísta o adúltera, le parecía una cosa monstruosa;
pero esto mismo en una señorona lo encontraba disculpable.
A Andrés le asombraba una filosofía tan extraña por la
cual el que posee salud, fuerza, belleza y privilegios tiene más derecho a
otras ventajas que el que no conoce más que la enfermedad, la debilidad, lo feo
y lo sucio.
Aunque no se sabe la garantía científica que tenga,
hay en el cielo católico, según la gente, un santo, San Pascual Bailón, que
baila delante del Altísimo, y que dice siempre: “más, más, más”. Si uno tiene
suerte le da más, más, más; si tiene desgracias, le da también más, más, más.
Esta filosofía bailonesca era la de la señora Venancia.
La Venancia conocía toda la vida íntima del mundo
aristocrático de su época; los sarpullidos en los brazos y el furor erótico de
Isabel II; la impotencia de su marido; los vicios, las enfermedades, las
costumbres de los aristócratas las sabía por detalles vistos por sus ojos.
A Lulú le interesaban estas historias.
Andrés afirmaba que toda esta gente era una sucia
morralla, indigna de simpatía y de piedad; pero la señora Venancia, con su
extraña filosofía, no aceptaba esa opinión; por el contrario, decía que todos
eran muy buenos, muy caritativos, que hacían grandes limosnas y remediaban
muchas miserias.
Algunas veces, Andrés trató de convencer a la
planchadora de que el dinero de la gente rica procedía del trabajo y del sudor
de pobres miserables que labraban el campo en las dehesas y en los cortijos.
Andrés afirmaba que tal estado de injusticia podía cambiar; pero esto para la
señora Venancia era una fantasía.
_Así hemos encontrado el mundo y así lo dejaremos -decía
la vieja-, convencida de que su argumento no tenía réplica.
Pío Baroja |